El machismo y el lenguaje. Parte III: lenguas y…
Después de dos posts hablando de animales, volvamos a las personas (por si te los habías perdido, ahí van el primer capítulo de esta historia y el segundo).
Este tercer post y los siguientes de la serie están dedicados especialmente a una lingüista que tuve la suerte de tener como profesora y que hizo más que abrirme los ojos. Aunque quizás no lo sepa, ella es para mí, y supongo que para muchos, una heroína capaz de ver más allá del inglés: @CarmeJunyent. Una verdadera eminencia. A ella le pido disculpas, ya que soy consciente de que he simplificado demasiado al escribir este post.
Por si ha quedado alguna duda, básicamente defiendo que el lenguaje no es sexista por definición. Ahora bien, entonces, ¿por qué tanto revuelo? Sospecho que las voces feministas que se quejan del machismo/sexismo del lenguaje se refieren en realidad al machismo de la lengua. Y sobre eso voy a hablar hoy.
No voy a hablar otra vez aquí de la diferencia entre lengua y lenguaje, cada uno que haga los deberes. Pero por resumir mucho, la lengua es un lenguaje más (en el sentido de código de comunicación, no de proceso). “Lenguaje” es un concepto muy general, “lengua” es bastante más específico.
Bien. Pero aun teniendo eso en cuenta, en mi post anterior si te fijas estaba hablando de lengua al asociar a cada animal su género. De lengua castellana, por supuesto.
Ahí es donde quiero llegar. Lengua castellana. Español. Porque decir “el lenguaje es sexista” no es lo mismo que decir “la lengua castellana es sexista”. Aunque, ojo, sigo sin decir que ninguna de las dos cosas lo sea.
Ahora vamos a hablar de dos de las lenguas que mejor conozco: el inglés y el alemán. Y nos vamos a centrar en los pronombres personales.
Los pronombres personales en inglés son: I, you, he, she, we, you, they.
Como veis, en tercera persona plural no se distingue entre ellos y ellas (tampoco tienen segunda persona de cortesía, fíjate).
Vayamos al alemán. En el mismo orden, tenemos: Ich, du, er, sie, Sie (este es el que le falta al inglés), wir, ihr, sie, Sie (=”ustedes”).
Aquí tampoco se distingue entre ellos y ellas; si te fijas, es que la palabra en realidad es la misma que para el femenino singular. Conclusión: “sie” es “ellas” pero también les incluye a “ellos”. ¡Encima, utilizan la misma palabrita solo que con la S mayúscula para la forma de cortesía! Conclusión: Ahora resulta que la lengua alemana es feminista, y respeta a las mujeres por encima de los hombres. Aprendamos de los alemanes.
Ahora viene lo nuestro: Yo, tú, usted, él, ella, nosotros, nosotras, vosotros, vosotras, ustedes, ellos, ellas.
Si yo fuera inglesa de verdad, aquí me sobrarían unas cuantas palabras.
En el mundo hay unas seis mil lenguas, y la mayoría de ellas no distinguen en plural femenino de masculino, y encontrar alguna que lo haga además en la primera y segunda persona es raro, raro. Pero para gustos colores, y, sin entrar en complejidades, también hay otras lenguas que distinguen varias formas de cortesía u otras que marcan el género hasta para la primera persona del singular (una palabra distinta para “yo” dependiendo de si el que habla es hombre o mujer). Atendiendo a esto, podrías pensar que hay lenguas más sexistas que otras, pero eso sería como decir que hay lenguas más educadas que otras o, yendo un paso más allá, que los hablantes de lenguas que tienen muchas formas de cortesía son más educados que los que no las tienen.
Volvamos a España. Como no tenemos bastante con distinguir entre masculino y femenino en todas las formas del plural y las lenguas evolucionan, hay quien ya utiliza otras formas para marcar el plural que incluye tanto a hombres como a mujeres: palabritas como nosotrxs, ell@s, etc. se utilizan cada vez más aunque nadie sepa cómo diablos se pronuncian. Sí, yo también confieso usarlas a menudo.
Por ahora, he repasado mil veces mis libros de Antropología Lingüística (una disciplina poco conocida pero no menos interesante) y no he encontrado ninguna, pero ningunita lengua, que tenga esas tres variantes para cada persona en plural. Durante siglos de evolución no les ha hecho falta. ¿Quiere eso decir que nos las podríamos ahorrar? No exactamente. Quiere decir que si ahora han pasado a ser necesarias se terminarán incorporando a la lengua formalmente poco a poco, pero en caso contrario serán tan solo una moda pasajera o se convertirán en argot de un determinado sector social. El tiempo lo dirá.
Si os ha resultado interesante este post, tranquilos o tranquilas, no sufráis, que aún me queda más por decir en la cuarta entrega.